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Formación para el diálogo intercultural, de las creencias, religiosidad y espiritualidades para la convivencia plural

Texto inicial para la reflexión

Jaime Carril Rojas

Alfonso Valenzuela Aguirre

Con este documento queremos iniciar una nueva etapa de trabajo, sobre la “formación para el diálogo intercultural en la educación y especialmente en relación con la enseñanza religiosa”.  Para esto, hemos elaborado este marco conceptual inicial para que podamos dialogar desde nuestras teologías y prácticas.     

Hay que partir diciendo que es destacable este tránsito (camino) que hemos realizado en conjunto, de compartir una reflexión sustantiva y abierta desde diversas miradas y experiencias sobre la relevancia de lo religioso y sus prácticas por sus implicancias en el desarrollo de la vida social.  Este además se da, en un momento significativo de cambio de época, en medio de la pandemia que marcará la vida en los próximos años y décadas.  

Por un lado, nos plantea algunos elementos que se han tratado en este proceso, como son, por ejemplo:  dialogo desde nuestras creencias en forma abierta con y hacia el otro…  

  1. Diferencias conceptuales y epistemológicas que son complejas para dialogar, somos, por así decirlo “esclavos” de nuestras historias de palabras, vivencias y significados.  Pero al mismo tiempo eso nos hace personas “singularesLa singularidad; es el ser que se despliega con su creatividad y aporte hacia el mundo, que lo hace único (con sentido abierto), y distinto a la noción de individualidad que se vincula con el ego e intereses de lo que quiere ser (con sentido cerrado).

La comunidad es un territorio que aparentemente surge en el horizonte, en “apariencia” como un lugar “común”. Pero está conformada con personas singulares de miradas y prácticas de cada uno, se constituye en lo cotidiano en una forma de “identidad” conformada por supuestos, experiencias y prácticas … que son (nuestros) relatos que sustentan (nuestras) creencias y/o sentidos.”.  Por tanto, somos personas, grupos, comunidades singulares que cohabitan un mismo territorio y planeta.  Es decir, “sociedad” es un lugar donde se despliegan esas singularidades.

En este mismo sentido, el presente se extiende con una realidad que se observa con intencionalidades (sentidos) desde nuestras creencias (fe), o espiritualidades, experiencias cosmológicas, místicas….  Lo que supone, por tanto, que el horizonte existencia es como un lugar por construir (de convivencia) donde se puede “coincidir” o “diferenciarse”.  El solo hecho de tener un “sentido de estar en el mundo” nos diferencia. Tener una autoconciencia de este suceso es un “paso clave” en nuestro proceso de insertarnos en “la convivencia de un lugar, región y/o en el planeta”.  La paradoja es que “queremos encontrarnos con otros” porque somos distintos, como una afirmación de nuestra singularidad que se constituye en el momento de vivir en un mundo con otros (entre otros seres humanos y seres vivos).[1]

  • Que es lo común, es la experiencia compartida de sentidos (trascendente), la experiencia y/o las prácticas de vida, que nos indica que el sentido de existencia, es desbordada más allá de la materialidad evidente o no evidente… por tanto, la interrogante a trabajar es qué es “lo diferente” de este horizonte existencial (que se vive en común) entre quienes tienen una opción creyente, espiritual o existencial… esto es lo que deberíamos discernir, sin lugar a dudas, “dios” y “lo trascedente” es una realidad de nuestras diferentes culturas. La palabra que evoca “Dios” o la negación de éste, se vive como un “relatos situacionales e históricos”, que nos invita a compartir la experiencia de trascendencia, que se da en toda la humanidad… que nos permite convivir con los demás. Darnos cuenta de nuestras singularidades de la vivencia espiritual y/o trascendencia, de cómo vivimos y damos sentidos a mitos, ritos, lo sagrado, prácticas… es algo que todos podríamos compartir, para dar paso a una conversación de lo común que oriente nuestro sentido y prácticas para construir nuestra humanidad en forma sincera.

Desde el otro y con el otro (la lógica y la opción existencia del otro) desde sus religiones, espiritualidades, práctica religiosa podemos valorar la vida, podemos abrir nuestros horizontes. El otro con su mirada, palabras y gestos ilumina nuestra interioridad (por tanto, se trata de ayudar a iluminar al niño – niña, al educando en una mejor lectura de sus vivencias, relatos y significaciones). Son las espiritualidades lo que ilumina la intersubjetividad. Valorar lo común como encuentros de las diferencias de singularidades, por lo tanto, se trata de creer en la igualdad con diversidad. Creer y valorar las verdades del otro.

  • Lo anterior define “la singularidad” para vivir las vinculaciones sociales y prácticas que realizamos.  Aquí nuestro dialogo recae en los derechos humanos, no como definición cerrada sino como dialógica desde y en la singularidad de cada uno y entre los grupos. Son la paz, la justicia, la solidaridad y la convivencia se colocan a servicio de la dignificación de la persona humana.  A todos nos mueve y compartimos el deseo de encarnar nuestras espiritualidades para crear espacios que den condiciones de posibilidad para valorar la vida del planeta. Cuidar la dignidad del hermano y de la existencia, ser instrumentos del desarrollo de una humanización dalógica.
  • El cuidado de nuestra casa común requiere de un esfuerzo significativo de todos para su preservación y cuidado… en sentido de lugar “casa común”. Es la capacidad de convivencia con otros en el respeto a la naturaleza y su biodiversidad: Necesitamos comprender la necesidad de la igualdad en el trato con todo lo creado, la vida depende de que ella sea un don sagrado que todas y todos cuidamos; porque a todos nos toca sostener la vida a todos nos toca desarrollarla.
  • Por último, en un artículo Eugenio García en el diario digital El Mostrador, se refiere a una analogía del lago Aral, “los barcos no navegan cuando el mar se seca…” no se saca nada con reparar o volver a pintar el barco cuando no existe agua….  La actual realidad se ha transformado, los medios de comunicación y tecnologías han cambiado las relaciones sociales, hay nuevas formas de generar valor, el trabajo, la energía y los estilos de ejercer el poder… nos enfrentaremos a dilemas nuevos de libertad y autonómica (control tecnológico, seguridad, manipulación genética, del cuerpo, la telerrealidad o vida de pantallas, etc.)

Ya no sirve reparar las instituciones religiosas y espirituales (barco), si el mar se ha retirado, y ya no está…  Esto nos abre la pregunta ¿Cómo tenemos que servir e iluminar a los estudiantes para que su realidad espiritual sea una fuente de desarrollo humano, proactivos y críticos de las instituciones de la sociedad y especialmente de la institucionalidad religiosa, en función y compromiso para sostener la vida?

  • Estos cinco aspectos o líneas, es el marco de trabajo desde una metodología de la interculturalidad y de las traducciones interculturales de nuestras religiones y espiritualidades son un desafio epistemológico de gran envergadura, para observar nuestro trabajo analizar y mirar nuestras prácticas como experiencias de diversos universos que ayudarán a iluminar la humanidad de los estudinates y docentes que se sienten llamados a cuidar y sostener toda la biodiversidad y la vida social, que hace posible, también, la vida humana.

Todo esto nos revela la importancia de este trabajo interreligioso en contextos interculturales, necesitamos valorar las culturas como centros de comprensión de la realidad humana, como lugares donde aprendemos a convivir con las diferencias como espacios de encuentro, disenso y comprensión. En el contexto actual de transformación y cambio que estamos viviendo en plena pandemia, que hoy es un signo visible de los nuevos desafios de convivencia y cuidado de la vida, nos queremos aproximar a lo que creemos son algunas ideas que nos abren el campo del saber que debemos significar desde las distintas espiritualidades que nos inspiran nuestras religiones para darle a los estudiantes la mayor sabiduría que podamos alcanzar para que tengan una vida plena, consciente y comprometida con la vida humana y la biodiversidad que nos cuida y nos da una casa para habitar.

Por tanto; se propone los ejes temáticos para orientar la formación educativa en este ámbito y en general en la institucionalidad educativa en todos sus niveles; los cuales podrían ser en este sentido de centralidad de nuestra reflexión, sobre la base de una metodología de interculturalidad:   

  1. Trabajar los relatos de creencia, que originan nuestras vivencias espirituales (dimensión intersubjetiva) entendidos como relatos simbólicos (metáforas de sentidos) como riqueza cultural y no fundamento de creencias y opciones (para alcanzar la autoconciencia de lo que se cree en contraste con el otro “legítimo otro”, que me puede iluminar en mi singularidad) una especie de diálogos sobre teologías – relatos vivenciales.

¿Cuáles son los relatos propios y sus diferencias con otros relatos espirituales y culturales que dan sentido a la existencia de cada uno? ¿Qué es lo singular de ese relato en mi persona y de mi grupo donde participo?

  • Desarrollar experiencias o vivencias compartida sobre; las practicas socio religiosas (intersubjetiva en un espacio “común”) con el propósito de caminar hacia practicas más de espiritualidades hibridas ¿Cómo aterrizan esas ideas y se convierten en prácticas activas?  ¿Cuáles son las prácticas y ritos de sentidos, que dan significado a la creencia, para que éstas sean más (auto) conscientes?  ¿qué de esas prácticas son distintas a prácticas de otras creencias o espiritualidades?  
  • Enfrentar el horizonte de lo común, observando críticamente la convivencia social desde las singularidades de cada uno y de cada grupo, desde los Derechos humanos y valores propios de cada grupo, como un campo para el diálogo para la convivencia.

¿Cuáles son los relatos y vivencias y como estas se vinculan con los derechos y valores humanos a nivel local, regional y/o planetario?  Pero también ¿Cuáles deben ser las condiciones para el dialogo sobre estos temas?    

  • Construir con otros para preservar y cuidar la tierra, desde sus diferencias, fomentar la conciencia activa (sobre la casa común) respeto a la naturaleza, biodiversidad y el cosmos. ¿Cómo surge la naturaleza en el relato de nuestra espiritualidad y/o creencia? ¿en que se diferencia de otros relatos creyentes o no creyentes? ¿Qué implicancias tiene para cada persona este relato en su vinculación con la naturaleza y con la existencia?
  • Favorecer el debate de las ideas de desarrollo y el progreso… estamos ante un nuevo entorno sociotécnico que nos pone nuevos dilemas éticos para la existencia… que redibuja el horizonte humano, de la casa común y el futuro.  ¿Qué idea de progreso humano, avance social, material o espiritual o es un relato evolucionista de la existencia, en el relato espiritual o creencia propia? los nuevos escenarios socio- tecnológicos nos pone en el horizonte el transhumanismo como futuro, ¿Cuál es nuestro discernimiento espiritual sobre estas posibilidades? 

Es desde esta mirada o cualquiera otra que cada uno de ustedes nos pueda regalar, los queremos invitar a elaborar los principios curriculares de la enseñanza religiosa intercultural, para significarlos desde nuestras espiritualidades y compartir esos significados con la comunidad amplia de docentes de todos los ámbitos educativos.

Con este proceso de significación queremos ir descubriendo nuestros rostros comunes, nuestras creencias que hablan del ser humano. De los desafios humanizadores a que nos llaman nuestras tradiciones y culturas, de la conciencia de paz y misericordia a que nos invitan la experiencia de comprender la sacralidad de la persona. Queremos mirar nuestras diferencias como lugares de encuentro, como un momento de comprendernos de diversas maneras: Queremos descubrir nuevas formas de vivenciar profundamente comprometidos por el camino dignificador de la persona.

Nuestra Tarea:

Nuestro principal meta es ofrecer a la comunidad educativa y a los profesores en particular, un programa de educación intercultural para la enseñanza religiosa que se centre en la dignificación de la persona humana y que comprometa a la persona a sostener la vida en nuestros entornos y realidades. Un compromiso de escucha, diálogo y encuentro.

En el proceso de elaboración de un programa de educación religiosa intercultural para la educación religiosa escolar formal, hemos acordado que nuestro primer propósito es definir los Ejes del programa. Para este fin fijamos un criterio fundamental:

“Definir los sentidos antropológicos, culturales y sociales que constituirán la visión de la comunidad educativa y el profesor, respecto de la importancia y necesidad de una educación religiosa intercultural. Con esto queremos develar cómo el estudiante se ubicará en su propia realidad desde el ámbito religioso, espiritualidades y/o filosófico y trascendente de la persona humana en el mundo de la vida y cómo él participará en ese mundo de la vida. Es decir, el estudiante en sociedades complejas e inciertas necesita desarrollar un saber que lo relacione (epistemologizar) con el mundo de la vida y lo ayude a construir una realidad que le permita su desarrollo desde una identidad dialógica e intercultural, respetando activamente la dignidad de la persona humana”, su entorno, comprometiendo su capacidad de sostener y desarrollar la vida humana.

En este aspecto es importante que el proceso educativo, especialmente, la relación profesor/estudiante en la escuela, abra un espacio que dé condiciones de posibilidad para desarrollar un saber cognitivo, reflexivo, performativo y experiencial, donde la práctica comprometida con otros, permita a la persona desarrollarse en relación con otros, especialmente, con los distintos, adquiriendo habilidades para edificar una vida personal y social sustentable en contextos complejos y en constante cambio.

Para el logro de esta meta es necesario que nuestro programa tenga una visión curricular fundada en el saber experto de las religiones y espiritualidades en diálogo con los principios curriculares. El saber tiene sus bases en las ciencias de la religión y en las distintas teologías y filosofías con que el ser humano se ha preguntado sobre su lugar en el mundo; pero especialmente en las experiencias religiosas que hoy están presentes en FONAPER.

En este sentido la pregunta que orienta la construcción de la visión curricular de la Educación religiosa intercultural es qué necesita saber y experimentar un estudiante para ser parte activa de su grupo social (capacidad de agencia) en este contexto histórico intercultural. Es decir, lo central es cómo el saber disciplinar científico y las experiencias del docente aportan al estudiante una forma de habitar el mundo que dialoga con sus propias experiencias y la de otros para leer significativamente su realidad, para actuar conscientemente en ella.

A partir de estas ideas, podemos sostener que una enseñanza religiosa “intercultural”; cuyo objeto es abrir condiciones de posibilidad para un dialogo que visibilice a la persona y sus necesidades y el “otro” se transforme en interlocutor válido desde su propia identidad cultural y social; sujeto de derecho y de dignidad, tiene los siguientes propósitos:

  • Crear condiciones de posibilidad para desarrollar procesos de diálogo para todos los individuos que conforman una comunidad social, de carácter urbano o rural, considere legítimas las diferencias, ya sean estas raciales, étnicas, religiosas, sociales, filosóficas.
  • Ofrecer códigos éticos acordados o aceptados como válidos para la humanidad, que expresen los valores superiores del ser humano, que puedan significar (valorar) la realidad y a la persona en su dignidad y necesidad de cuidado, por parte de todas las instituciones sociales.
  • Ofrecer preguntas que hagan posible la convivencia pacífica y solidaria, que busca el bien común y el desarrollo humano de todos los miembros de la comunidad social.
  • Crear instituciones simbólicas, ya sean éticas,  sociales, que den fundamento a la creación de espacios de convivencia y desarrollo humano.

En este sentido tenemos que preguntarnos cómo estos elementos dialogan con las Bases Curriculares, para que sean transpuestos pedagógicamente a itinerarios de enseñanza y aprendizaje.

Para realizar esta tarea los invitamos a fundamentar los principios valóricos del currículum nacional (Chile) con las diversas teologías que hoy componen nuestra comunidad de profesores.

Los principios valóricos son los valores sobre los cuales se construyeron las Bases Curriculares (BBCC), por esto ellos se transforman en un valioso espacio de diálogo y desarrollo para la enseñanza religiosa intercultural. Los Principios Valóricos de las BBCC para todo el ciclo de aprendizaje desde primero básico a segundo medio, son los siguientes:

  1. “Consideran, en primer lugar, los principios de la Constitución Política y el ordenamiento jurídico de la nación, y la concepción antropológica y ética que orienta la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y que está presente en las grandes tradiciones espirituales del país” (MINEDUC. 2012 y 2015)
  2. “Los principios aludidos tienen por base la convicción fundamental de que los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y que la perfectibilidad inherente a la naturaleza humana se despliega en procesos de desarrollo y autoafirmación personal y de búsqueda permanente de trascendencia, los que otorgan sentido a la existencia personal y colectiva. A la libertad que hace de cada individuo persona y sujeto de derechos y deberes, le es intrínseca la acción de razonar, discernir y valorar, acciones que son, a su vez, fundamentos de la conducta moral y responsable” (MINEDUC. 2012 y 2015)
  3. “En el ejercicio de esa libertad, los individuos se agrupan para alcanzar su pleno desarrollo y perfección. El Estado debe reconocer y amparar a los grupos intermedios por medio de los cuales la sociedad se organiza y se estructura, y garantizarles la adecuada autonomía para cumplir sus propios fines específicos” (MINEDUC. 2012 y 2015)
  4. “La finalidad del Estado es promover el bien común, para lo cual debe contribuir a crear las condiciones sociales que permitan, a todos y a cada uno de los integrantes de la comunidad nacional, su mayor realización espiritual y material posible” (MINEDUC. 2012 y 2015)
  5. “El derecho a la educación y la libertad de enseñanza constituyen derechos esenciales, que emanan de la naturaleza del hombre y que el Estado ha de asegurar y respetar, en orden a cumplir su fin último de promover el bien común” (MINEDUC. 2012 y 2015)
  6. “La educación debe ofrecer a todos los niños y jóvenes la posibilidad de desarrollarse como personas libres, con conciencia de su propia dignidad y como sujetos de derechos. Asimismo, tiene que contribuir a forjar en ellos el carácter moral regido por el amor, la solidaridad, la tolerancia, la verdad, la justicia, la belleza, el sentido de nacionalidad y el afán de trascendencia personal” (MINEDUC. 2012 y 2015)

Estos principios valóricos nos proponen una visión antropológica muy similar a la que hemos propuesto para la clase de religión intercultural, tanto en sus visiones antropológica, como en sus dimensiones sociales, como una base inicial para la reflexión. La persona está llamada a desarrollarse en su dignidad con igualdad y libertad; declara a la persona sujeto de derechos y de deberes que debe ejercer con responsabilidad y organizado en grupos intermedios que tienen el objetivo de contribuir al bien común.

Con la definición de nuestros principios curriculares desde la diversidad de teologías podremos definir nuestro campo disciplinar, las perspectivas epistémicas y prácticas pedagógicas que le darán rostros, relatos y acciones a nuestro programa.


[1] El dilema existencial, se podría definir en forma distinta de Heidegger, no se trata de optar por ser auténtico o inauténtico, la vida como horizonte no cabe la inautenticidad.     

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