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PANORAMA ACTUAL SOBRE LA ADHESIÓN RELIGIOSA EN CHILE

Marcelo Valenzuela Norambuena.

Alfonso Valenzuela Aguirre.

Stgo, agosto de 2020.

Este texto ha sido elaborado para ser presentado en el III Encuentro de FONAPER Chile, realizado el 25 de agosto del año 2020. Para este encuentro fijamos el objetivo de reflexionar sobre los cambios religiosos sufridos en Chile y cómo ellos han impactado en la convivencia social, especialmente en el proceso educativo. Nuestro interés no solo radica en describir la situación de la experiencia religiosa en nuestro país, sino, más bien reflexionar como ella se puede reconfigurar curricular y pedagógicamente como un espacio de diálogo, participación y encuentro inclusivo que dignifique a la persona humana, desde una perspectiva intercultural.

Para comprender el cambio religioso que ha sufrido Chile, hay que situarlo en el proceso de transformación sociocultural que ha sufrido a partir de inicios del siglo XX, que tiene un hito en los años 60 y un punto de inflexión en los años 80 y 90. Sus primeras huellas se describen en estudios sociales a principios de este siglo, por ejemplo, “Nosotros los Chilenos. Un Desafío cultural” (PNUD, 2002). Estos cambios se expresan, entre otros rasgos, en la desigualdad social que se construyó a partir del modelo económico, el individualismo del tipo sálvese quien pueda, la desconfianza en las instituciones sociales, y con ello en las autoridades, y también en las relaciones cotidianas. Pero estos alcanzan también los valores de la convivencia: hay un descrédito a los valores de la democracia y las personas se sienten abandonadas a su suerte, sin apoyo para aprovechar los avances del progreso económico que después de muchos años de esfuerzo no les tocó gozar de sus beneficios. Sin embargo, quizás, el cambio más relevante fue la mercantilización de las relaciones sociales en todos los ámbitos de la vida social y cotidiana.

El escenario religioso en Chile se modificó en forma vertiginosa a la par de los cambios paradigmáticos que vivía el mundo en los ámbitos sociales, políticos, económicos y de innovación tecnológica. Chile pasó de ser un país de una fuerte tradición cristiana, con una mayoría católica y una minoría evangélica, a una sociedad donde tal identidad ha ido diluyéndose, principalmente por los procesos de secularización, desinstitucionalización y la pluralización de los dispositivos de sentido. No podemos descartar que también hemos vivido un proceso de “desencantamiento” (Huete, Felipe Martín, 2015. Pp. 38-56) de los valores religiosos, precisamente por un despliegue de valores pluralizados: científicos, políticos, económicos y filosóficos. Si hay algo en que los estudios de las religiones en Chile coinciden, es que la adhesión a las iglesias —principalmente católica y evangélica— ha bajado sustancialmente en los últimos 40 años, llevando a nuestro país de ser considerado entre los países más católicos del continente Americano, al país más laico, después de Uruguay. En la actualidad se evidencia solo un 47% de adhesión para la iglesia Católica y 16% para la Evangélica (CEPUC)

Este fenómeno de transformación cultural y social tiene múltiples causas y efectos. Estas son muchas veces difíciles de encasillar en definiciones enciclopédicas, ya que tienden a reducir, descontextualizar, y muchas veces, esconder las verdaderas causas y efectos en nuestra convivencia social. Sin embargo, para nosotros, educadores que deseamos contribuir en la formación de personas desde la perspectiva religiosa, necesitamos comprender estos cambios y cómo han afectado el lugar y posición de lo religioso en la convivencia, y en la construcción de nuestras relaciones culturales.

Comprender estos procesos nos ayudará a construir una forma de ver el mundo desde las creencias religiosas (cosmologización) en relación a los procesos de transformación cultural y social; y con ello desarrollar procesos de formación y educación desde una perspectiva de desarrollo integral. Es decir, situar el lugar de las religiones en la edificación de la vida social e institucional, especialmente en su rol cohesionador y significadora de las valorizaciones de las acciones cotidianas. Nuestra tarea es conformar un saber disciplinar especializado desde lo religioso, capaz de ubicar a la persona en forma consciente en su realidad, ayudarla a relacionarse con ella y participar desde lo que sabe en esa realidad. Este saber es una integración entre la cognición, la ética y las creencias, donde lo religioso cumple el papel de constituir la cosmovisión de la persona en el mundo, más allá de su propio yo, para encontrarse con otro, con el cual trasciende y busca vivenciar lo propiamente humano.

Desde esta perspectiva, nos preguntamos cuáles son los procesos sociales que han influido en la ubicación y posición de la religión en nuestras “modernas relaciones sociales” y cómo tenemos que reconfigurar esa ubicación y posición para que ella sea un real espacio de desarrollo humano. Un lugar de relaciones humanas en que se pueda construir la igualdad entre todas las personas, donde todos podamos ser considerados desde nuestra realidad creacional.

Para iniciar esta reflexión queremos comprender los principales procesos sociales que han marcado la situación de la religión en los contextos de cambio sociocultural. Lo haremos a través de los datos entregados por importantes estudios realizados en Chile. En ellos se abordan temas como la participación eclesial, el secularismo, las creencias de los chilenos, etc.

A continuación, señalaremos algunos de estos cambios:

  1. Cuestionamiento a la institucionalidad.

El cambio paradigmático que experimentó occidente con la posmodernidad, implicó la crítica y la pérdida de confianza en la “institución”, cualquiera sea su cuño, llamada “Iglesia”. Si todas las instituciones de la sociedad están en crisis y cuestionadas, las religiones institucionalizadas no son la excepción. Es decir, la gente no cree en las instituciones, no quiere ser parte de una de ellas y cuestiona sus posturas frente a ciertos temas sociales, principalmente, valóricos.

1.1. Una causa de este fenómeno es el proceso de secularización. La idea de secularismo en términos generales es que “en la sociedad científico-industrial, la fe y la observancia religiosa disminuyen” (Gellener, Ernest, 1994). Las razones pueden ser las siguientes:

  • Las doctrinas religiosas entran en conflicto con las ciencias, ya que están dotadas de alto prestigio y constituyen las bases de la tecnología.
  • La religión está asociada a las celebraciones comunitarias. En los Estados modernos poco se celebra comunitariamente en el sentido religioso y los Estados tienen sus propios rituales y nuevos sistemas de valores. Se erosiona la vida comunitaria (Gellener, Ernest, 1994)
  • Se debilitan los vínculos sociales entre la religión y la vida social:
    • Hay corrientes de pensamiento secularizador[1], que buscan que las iglesias, especialmente la Católica, sean excluidas de la vida social e institucional, que ellas no tengan influencia en la deliberación pública; es decir,  que se excluya lo religioso de la vida pública y se le relegue a la vida privada.
    • Observancia de la religión y la participación es baja.
    • La vida religiosa se limita a las celebraciones litúrgicas y no a la convicción.
    • El acento en la experiencia religiosa se traslada del ritual vivo a la doctrina trascendente; al compromiso social inspirado en valores, como por ejemplo, los valores nacionales.  
    • Las creencias religiosas pierden su poder cohesionador y de interpretación de la realidad de las personas. La religión deja de explicar los sentidos comunitarios y ellos son reemplazados por otros sistemas comprensivos de la realidad: economía, ideologías, sistemas filosóficos, movimientos sociales.

Chile hoy se encuentra entre los países más seculares de América Latina (Latinobarómetro 2017) :

La iglesia Católica tiene poca credibilidad pública:

(Latinobarómetro, 2017)

1.2 . Un efecto muy importante para comprender el proceso de cuestionamiento a la vida religiosa, es el “Desencantamiento”. Este proceso es definido por Taylor (2015, pp. 25) como la pérdida del sentido mistérico de las religiones. Estas habrían dejado de ser mediadoras entre el mundo trascendente y la vida terrena, y con ello no cumpliría su misión salvífica o de redención humana. La religión no tendría capacidad de salvar el alma humana, asegurándole la vida eterna.

Un aspecto, quizás más moderno del desencantamiento, es que lo religioso no es capaz de explicar el sentido de la vida relacionada con un Dios salvador; más bien, la persona se salva sola en este mundo. Pero, además, los principios y valores religiosos no tienen capacidad de conversión; no poseen el poder de conducirnos por la verdad de la fe que anuncian. La religión no ayuda a construir el reino de Dios, o vivir el bien común o el sentido comunitario, según los preceptos religiosos.

La fe, ni siquiera entre sus miembros más respetados, tuvo la fuerza para dignificar la vida de las personas que fueron abusadas, o condenar los abusos como algo contrario a sus creencias, o no deseado por Dios.

La vida religiosa es desencantada, desilusionada, sin poder para cambiar las realidades injustas entre sus creyentes. Por el contrario, en muchos hechos se percibe una “traición” entre sus miembros de los principios que la sustentan: por ejemplo, Dios es amor y reconciliación.

Las religiones, en su quehacer no ha asumido uno de sus principales núcleos experienciales que nacen de la relación con Dios o del trascendente; esto es promover la igualdad entre los seres humanos.

La proporción de las personas que se declaran no creyentes o agnósticas ha ido en aumento, tal como lo evidencian estudios, encuestas y últimos censos. Junto con ello, se pone de manifiesto la progresiva desafección de las religiones:

(Latinobarómetro, 2017)

2. Crisis de identidad religiosa.


El distanciamiento de lo religioso, a nuestro modo de ver, está relacionado con una crisis mayor del ser humano en este contexto y que es la pérdida de una identidad religiosa. Las personas no solo no se identifican como creyentes, sino que además se resisten a ser reconocidos y a reconocerse a sí mismos como pertenecientes a una determinada entidad religiosa. Por lo mismo, se identifican solo como creyentes en lo divino, a veces como un ente superior; pero no asociados a una religión en particular. Paradojalmente, y como en toda crisis, hay todo un proceso de búsqueda por algo que le dé un sentido más trascendente a la vida.

2.1. Pluralización de las opciones de dispositivos de sentido.

Desde los años 60 Chile ha sufrido una pluralización de sus opciones para la construcción de sentidos compartidos, que le han quitado el rol protagónico a la Iglesia Católica:

  • El avance del Pentecostalismo en Chile incrementa el crecimiento  de las Iglesias Evangélicas, llegando a un 16,6% de la población al año 2012 (CEPUC, 2013)
  • El desarrollo de los partidos políticos a partir de la década de los 60 (CEPUC, 2013) (CEPUC, 2013)
  • La aparición de las personas que se declara sin religión, ateas o no creyentes a partir de la década de los 90.
  • La migración del 2010 en adelante.
  • Probablemente, aunque no contamos con los estudios que lo evidencien, forman parte de esta pluralización los movimientos feministas, ecológicos, de etnias originarias, tribus urbanas, etc.

(Latinobarómetro, 2017)

Los que se declaran sin ninguna religión, ateo o agnóstico, bordean el 40% de los chilenos. Situación que pone de manifiesto el desapego de lo religioso, pero al mismo tiempo el surgimiento de otras formas de adhesión a sistemas comprensivos de la realidad que dan sentido o, incluso, que motiven la carencia de él.

2.2. La Pertenencia:

a. La caída de las personas que se declaran perteneciendo a una religión, ha sido significativa en las últimas décadas:

Para el caso de la Iglesia católica el descenso ha sido desde el 73% (1998 ) al 55% el año 2018. Sin embargo, según el estudio del CEPUC (2013, pp.2) en la década 1960-70 este porcentaje llegaba al 90%.

Algo distinto sucede con los evangélicos que se mantienen entre un 14% al 16% en los últimos 20 años.

Muy significativo es el aumento de quienes se declaran sin denominación que se eleva a un 24%. Hace 20 años, ellos eran un 7% de los encuestados.

b. Los que se consideran practicantes de una religión es más baja aún como se ve en la gráfica. Es decir, persistentemente Chile ha sido un país en donde las personas que se declaran practicantes están por debajo de la media latinoamericana.

En Chile se declaran practicante solo el 25% de los encuestados. El promedio en América Latina es del 43%

(Latinobarómetro, 2017)

             c. Los que se declaran practicantes, participan poco de los servicios religiosos.

Hay que considerar que la asistencia a misa es considerada culturalmente una práctica muy importante en la vida religiosa de los católicos. En el caso de los evangélicos, la participación en los cultos es parte esencial de su vida religiosa.

Hay dos datos relevantes respecto de la asistencia a los servicios religiosos. La variabilidad de quienes asisten con frecuencia no es significativa; en cambio, los que declaran no asistir nunca, aumentó en forma importante en la última década.

El estudio CEP indagó respecto de la frecuencia en la participación en los servicios religiosos. El año 1998 no participa nunca el 18%, esta cifra se elevó al 42% el año 2018.

d. Otra práctica muy difundida en la vida religiosa, en el contexto cristiano católico y evangélico, es la oración. Aquí también su práctica es baja. De hecho, ha descendido quienes tenían la práctica diaria de la oración y, por otra parte, aumenta en la misma proporción quienes declaran no orar nunca.

4. Desconfianza en la Iglesia Católica y con ello la pérdida de la influencia de la religión en la vida social:

A partir del regreso a la democracia, y aunque la Iglesia Católica contaba con un importante prestigio, fue decayendo paulatinamente en la apreciación pública, junto con otras instituciones en cuanto a su valoración. Los abusos sexuales terminaron arrinconándola en un rol progresivamente secundario y diversas organizaciones sociales pidieron que no fuera incluida en los temas de deliberación pública. Los valores promovidos en el debate público, por las Iglesias Católica, Evangélicas y Protestantes, tuvieron poco respaldo, más allá que el de sus miembros con mayor compromiso. Esta situación se dio, por ejemplo, en la despenalización del aborto en tres causales.

a.  Confianza en la Iglesia católica:

La Iglesia Católica tuvo una baja sustancial, la peor desde los años ochenta, respecto a la confianza que se tenía en ella. El año 2017 según Latinobarómetro solo un 36% de los encuestados dijo confiar en ellas. Este porcentaje es significativo considerando que el promedio de América Latina es del 65% en ese mismo período.

(Latinobarómetro, 2017)

La tendencia, respecto al grado de confianza, es generalizada a todas las Iglesias y organizaciones religiosas. La evolución de quienes dicen pertenecer o sentirse cercanos a una iglesia o religión, es altamente significativa respecto a la pérdida casi total de confianza en estas.

Un dato que debe ser tenido en consideración, es que el mayor incremento en la pérdida de confianza se encuentra en las iglesias y organizaciones religiosas, muy por encima de otras instituciones.

b.  El modo de la relación entre la vida espiritual de las personas y la religión:

Pareciera ser que la religión no es mediadora entre la experiencia espiritual y lo sagrado o sobrenatural. La consideración personal sobre lo sagrado o sobrenatural, ha ido prescindiendo de un sistema eclesial o religioso. Las personas que se declaran espirituales, mayormente dicen no seguir una religión. Y una vez más se evidencia el aumento de quienes no siguen una religión y no se reconocen como espirituales ni interesados en estos asuntos.

c. La importancia de la religión en el Futuro de Chile:

Un dato significativo que muestra el estudio del CEP, es la pérdida del rol social e influencia de la religión en el presente y la percepción de su irrelevancia, como también una obsolescencia respecto al futuro.

d. El grado de poder de las Iglesias y de las organizaciones religiosas:

La estimación de que las iglesias y organizaciones religiosas tienen “demasiado poder” y “mucho poder” se incrementa en la última década a un 55%. Esto, que podría considerarse como una apreciación positiva respecto a su grado de influencia; se debe correlacionar con los otros indicadores que señalan una pérdida de confianza y de credibilidad. Por lo tanto, más bien es una valoración crítica hacia estas.

3. Un progresivo “descreimiento” en asuntos de fe o espiritualidad tradicional.
Decir que la gente ya no cree o no quiere creer, es solo una parte del panorama. El descreimiento afecta a todas las esferas de la vida y de la sociedad. Mayormente se hace sentir respecto a la fe en Dios, donde el distanciamiento se expresa en el aumento constante de quienes se declaran agnósticos. Lo que podríamos llamar espiritualidad tradicional, es decir, aquella que se evidencia en una expresión de vida practicante de la religión, también ha descendido en todas sus formas, desde lo comunitario a lo individual.

Según el estudio del PNUD (2002, pp.238) La religión, especialmente con la iglesia católica es vista de una de las tres formas que se describen a continuación:

  • “La jerarquía católica habría debilitado el compromiso social y con los derechos de las personas que caracterizó su actuar durante el siglo XX”.
  • Ella se habría concentrado en el último tiempo en los temas de la moral privada, especialmente en los temas familiares y sexuales.
  • Se critica el que esta nueva orientación no se despliegue en el entorno del debate público, sino mediante el ejercicio de las influencias tradicionales en los círculos del poder.

En este contexto de descreimiento y desconfianza hacia la institucionalización religiosa por su persistente abandono de lo que realmente cuestiona los valores morales y la experiencia religiosa,  es interesante preguntarse respecto de la relación de las creencias socializadas institucionalmente y los referentes culturales. Por ejemplo, es interesante preguntar si las enseñanzas religiosas forman parte de las creencias reconocidas por las personas como importantes para la convivencia cotidiana, o preguntarse qué tanto validan la influencia de las enseñanzas religiosas en sus propias vidas. Vale preguntarse cuánto, realmente, las iglesias han podido influenciar la elaboración de las creencias y valores que conforman nuestra convivencia cotidiana.

Según un estudio realizado por CEP Chile el año 2018, algunos de esos aspectos serían los siguientes:

3.1. Creencias en Dios

Dios no es caracterizado a través de los atributos de la experiencia cristiana. En este sentido, las doctrinas o dogmas acerca de los atributos de Dios no se corresponden con la concepción o creencias que tienen las personas.  La creencia en Dios también ha cambiado a una experiencia y definición individual.

La relación con Dios:

Si ha habido un cambio importante en cuanto a la creencia en Dios, también se ve reflejado en la manera como las personas se relacionan con Él. La idea de vivir una conexión con Dios, prescindiendo de una comunidad de fe y del servicio religioso, aumenta gradualmente. Sin embargo, lo más relevante se da en el hecho de que el sentido de la vida considera en menor medida la creencia en Dios o la existencia de un Dios personal preocupado de los asuntos de la vida cotidiana del ser humano.

3.2 En qué creen los chilenos.

En este contexto de cambio en las creencias es interesante investigar si los chilenos creen en lo que enseñan las catequesis o discipulados, las religiones católicas y evangélicas; o si los contenidos escolares de sus Programas de Religión forman parte de sus capitales culturales. La pregunta es cuánta es realmente la influencia de ellas en las creencias cotidianas.

En esta línea es significativo mencionar que creencias contrarias a las prácticas religiosas cristianas, por ejemplo, reencarnación mal de ojo, energías en lagos o montañas, tienen la misma aceptación que creencias que conforman sus catequesis, por ejemplo, la creencia en la Virgen María.

Incluso creencias de la fe cristiana han ido perdiendo terreno en los últimos 20 años. Llama especialmente la atención el descenso en las creencias en el cielo y el infierno. Pero más aún la caída en la creencia en la vida después de la muerte, ya que ella es muy central en las enseñanzas que dan fundamento a las creencias cristianas.

4. Impacto de los cambios sociales:

El impacto de los cambios sociales es quizás  el tema más relevante para comprender el rol actual de la religión en Chile. El estudio del PNUD “Nosotros los Chilenos; Un Desafío cultural” (2002), muestra que Chile en la década de los 80 sufre un profundo cambio cultural, cuyos efectos comienzan a notarse en la vida social en los años 90, impactando a todas las instituciones de la vida social: la familia, formas de gobierno, la vida laboral, los valores, etc.

El informe establece que a pesar de los grandes cambios sociales experimentados  “La religión no desaparece, ni siquiera se debilita significativamente como fuente de sentido. Pero se modifica su imagen, el significado que la gente le otorga a sus contenidos y la función que cumple en la vida personal y social” (PNUD 2002, pp. 234). Sin embargo, los datos que aquí hemos analizado nos indican que si bien ella, no ha desaparecido, su proceso de transformación respecto de su relación con la vida social es tan profundo, que su rol como institución orientadora de sentido y significadora de los valores morales, ya no es considerada relevante, siendo en muchos aspectos relegada a un segundo plano por las ciencias y la innovación tecnológica, pero también por otras formas de comprensión de la realidad: política, movimientos sociales, espiritualidades, etc. Se abre la pregunta sobre cuál es el rol de las Iglesias tradicionales, espiritualidades y filosofías de vida en los procesos educativos, especialmente para contribuir a la formación de las identidades de los estudiantes, a conformar un proyecto de vida personal y social, como, también al logro de los objetivos curriculares, especialmente a los que se refieren a la vida cívica, a la búsqueda del bien común, la construcción de relaciones justas y equitativas, el resguardo de la dignidad humana.

Desde esta perspectiva ella debe enfrentar grandes desafíos. El Estudio del PNUD (2002) los  define de la siguiente manera:

  1. Proceso de “individuación”. Este proceso es definido como: “El debilitamiento de los imaginarios tradicionales de chilenidad y de comunidad política nacional, así como la necesidad de los individuos de diseñar por sí mismos sus identidades y proyectos de vida, han afectado los vínculos de las personas con la religión y con sus expresiones institucionales” (234).  

En un contexto de individualización la experiencia religiosa “tiende a ser una fuente de sentido subjetivo que cada persona elige, selecciona y organiza de manera más o menos arbitraria para otorgar orientación a sus proyectos personales. En la medida en que la religión se subjetiva y privatiza, su regulación y expresión social e institucional pierde importancia” (pp. 238)

2. Desinstitucionalización de la experiencia religiosa” (pp. 238-240)

Respecto de este aspecto el estudio del PNUD (2002), sostiene que “se puede afirmar que el descenso de las prácticas religiosas es coherente con el nuevo sentido que adquiere la religión”. Esto se fundamenta en los siguientes argumentos:

  • “Los estudios recientes muestran con consistencia que aquellos que se declaran creyentes y adhieren a una iglesia tienen, en general, un muy bajo nivel de prácticas religiosas. Dependiendo del tipo de definición, distintos estudios estiman que cerca de un 75% de las personas no practican regularmente su religión y participan más bien de manera esporádica, en ceremonias como bautizos, matrimonios y funerales” (pp. 239)
  • Estos antecedentes sugieren la hipótesis de que “la experiencia religiosa está cambiando bajo el impacto de los cambios culturales generales del país, y que, en general, lo hace en la misma dirección en que avanzan los otros procesos: hacia la privatización de la construcción de sentido”. Es aquí donde, podemos decir que se da una búsqueda de nuevos modelos o experiencias de espiritualidad, algunos de corte cristiano y otros de orientación esotérica.

Si bien se evidencia un desapego de la religión tradicional, se ve una migración hacia otras expresiones religiosas. Por una parte, la irrupción de movimientos de orientación carismática al interior de las distintas confesiones cristianas; y, por otro lado, la presencia de una multiplicidad de expresiones espirituales, que cubren desde el veganismo, la ecología profunda hasta manifestaciones del esoterismo.

     5.  Algunos elementos de reflexión:

Finalmente, a partir de los datos aportados en esta reflexión y de las conclusiones del estudio “Nosotros los chilenos. Un desafío cultural” (PNUD, 2002)[2], especialmente al capítulo dedicado a los cambios de la experiencia religiosa. Podemos concluir en el contexto de secularización, que ella no implica necesariamente la muerte del sentido religioso/espiritual como forma de comprensión simbólica de la realidad, ni menos aún que exista una única forma de secularización. El cambio secularizador ha provocado más bien una subjetivización y privatización de la experiencia religiosa.

El desafío de la formación religiosa se encuentra en estos dos aspectos fundamentales: Ellos son el proceso de individualización de las experiencias cotidianas y la desinstitucionalización de la experiencia religiosa.

Basados en el estudio ya citado (PNUD), estos desafíos podrían ser definidos de la siguiente forma:

  • “Las formas asociales de la individualización y desinstitucionalización pueden verse reforzados por una tendencia privatista de la religión, y hacer aun más difícil la construcción de imaginarios colectivos” (PNUD, 2002, pp.238)

Aquí se suscita la pregunta: ¿Cómo ayudamos a que el proceso de formación escolar construya imaginarios colectivos o sentidos sociales compartidos a partir de las experiencias cotidianas, el aprendizaje de las ciencias y respeto a las creencias?

  • “La individualización y la desinstitucionalización son hechos y desafíos que plantean preguntas y exigen respuestas también desde la experiencia religiosa. Las iglesias se verán confrontadas cada vez más con esas preguntas y su vitalidad dependerá́ de la capacidad de responderlas” (PNUD, 2002, pp.238)

Creemos que la educación religiosa escolar debe abrirse a otras formas de comprender la experiencia religiosa para adecuar su función simbolizadora y orientadora que cumple en el espacio público. En este sentido la clase de religión debe tender a configurarse con un carácter intercultural. Es decir incluyente de todas las formas de creer que hoy conviven en la vida social.

Las creencias religiosas deben recuperar su carácter religador con las realidades trascendentes y los valores superiores de la vida humana, que abren a la persona a un vínculo solidario con otros, invitándonos a formar comunidades de apoyo y desarrollo entre iguales.

  • Los problemas de la individualización y de desinstitucionalización, como se ha insistido, son indisolublemente personales y sociales. Contribuir a solucionarlos requiere debatir de manera plural aquellos sentidos que permiten fundar un vínculo entre persona y sociedad. Para una clase de religión intercultural esos vínculos deben colocar en el centro la dignidad de la persona humana, resignificar conceptos como bien común, solidaridad, derechos y responsabilidades, etc.

Las tradiciones religiosas, las espiritualidades, y las filosofías, en definitiva la educación religiosa intercultural, tienen un compromiso con la promoción de la igualdad y la equidad, el derecho a participar de todas las personas en las decisiones públicas;  pero, tiene, un especial compromiso con la persona y su dignidad, con el desarrollo de su vocación trascendente, con abrir posibilidades para que sus identidades creyentes sean respetadas, valoradas y comunicadas libremente en el espacio público.

En definitiva lo que importa en nuestra reflexión es si, las creencias que conforman las identidades de nuestra convivencia cotidiana y se expresan en la sala de clases, tienen el poder performativo y comunicativo para que la conducta, los valores, las experiencias cotidianas tengan una relación viva con lo creído; relación que permite encarnar las creencias en los actos cotidianos, es decir, que la persona se afane por la realización dialógica y la encarnación simpática de lo que cree, porque encarnar las creencias le abre las condiciones de posibilidad para una vida plena de sentido, es decir, llena de compromiso con otros iguales (Buber, M. 1995, 84)

Bibliografía:

Corporación Latinobarómetro  (2017) “El Papa Francisco y la religión en Chile y en América Latina 1995-2017). En: https://www.latinobarometro.org/latNewsShowMore.jsp?evYEAR=2018&evMONTH=1&evYEAR=2018&evMONTH=1

Buber, Martín (1995) “¿Qué es el hombre?”. Santiago de Chile.

Fernández, Marcos(2016) Cambio histórico, sociedad secular e Iglesia. Interpretaciones del mundo católico ante un contexto de transformación. Chile, 1960-1964”,  en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000100002

Gellner, Ernst (1994) “Posmodernismo, razón y religión”. Paidós Studio. Barcelona.

González T., Ricardo (2018) “Estudio nacional de opinión pública: , Octubre-noviembre 2018. Evolución de la denominación religiosa en Chile”. CEP. Santiago de Chile, en: https://www.cepchile.cl/cep/site/artic/20181218/asocfile/20181218093906/encuestacep_oct_nov2018_te_religion.pdf

Huete, Felipe Martín (2015) “La persistencia de la secularización en la era de la desecularización: Una reflexión a partir de las tesis de P. L. Berger, D. Hervieu-Legér, G. Davie y J. Casanova”.Tesis doctoral presentada por Huete Felipe Martín para la obtención del título de Doctor por la Universidad Pública de Navarra bajo la dirección del Dr. D. Josetxo Beriain Razquim (Catedrático de Sociología de la Universidad Pública de Navarra). Pamplona España.

PNUD (2014) “Nosotros los chilenos. Un desafío cultural”. Santiago de Chile, en: https://www.cl.undp.org/content/chile/es/home/library/human_development/nosotros-los-chilenos–un-desafio-cultural.html

Torres, Sergio (2017) “La creencia sin pertenencia como fenómeno emergente en la sociedad chilena. Desafíos a la reflexión de la fe”, en: https://revistas.ucn.cl/index.php/teologia/article/view/2492

Taylor, Charles (2015) “Encanto y desencantamiento. Secularización y laicidad en Occidente”. Sal Terrae. Cantabria, España.

Valenzuela, Eduardo. Bargsted, Matías y Somma, Nicolás  (2013) “¿En qué creen los chilenos? Naturaleza y alcance del cambio religioso en Chile”. Centro de Estudios Públicos UC. Santiago, Chile, en: https://politicaspublicas.uc.cl/wp-content/uploads/2015/02/serie-n59-en-que-creen-los-chilenos-naturaleza-y-alcance-del-cambio-religioso-en-chile.pdf


[1] Para profundizar en este tema se puede leer el artículo de Marcos Fernández(2016) Cambio histórico, sociedad secular e Iglesia. Interpretaciones del mundo católico ante un contexto de transformación. Chile, 1960-1964”,  en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492016000100002

[2] Ver: Parte V. Capítulo 5: “Los cambios de las identidades y pertenencias religiosas”. Págs nros. 224-234.

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